Con una situación económica que se deteriora a medida que pasa el tiempo y un aislamiento internacional, el 10 de enero, fecha en la que Nicolás Maduro tomaría posesión de un nuevo período presidencial, se proyecta como una “línea roja” que podría desatar un nuevo momento de conflictividad en el país
Héctor Antolínez
Después de cuatro meses del 28 de julio, la situación política en Venezuela parece no haber cambiado mucho en comparación con los días iniciales que sucedieron el proceso electoral. Con el Gobierno y la oposición proclamando cada uno la victoria, lo único certero parece ser que tras el 10 de enero, fecha en la que Nicolás Maduro asumiría el inicio de un nuevo período presidencial, la conflictividad política, que en realidad nunca ha desaparecido, podría retomar un rol protagónico en el país.
Con varios liderazgos que orbitaban en torno a Edmundo González Urrutia y María Corina Machado, forzados fuera del país y otros arrestados por organismos de seguridad del Estado, la oposición venezolana se ha mantenido limitada e intimidada en sus acciones, de allí que el panorama actual diste tanto de lo que eran las masivas muestras de apoyo que se apreciaban en las calles durante la campaña electoral.
En el chavismo el panorama no es mejor. Nicolás Maduro y la cúpula gobernante se declararon ganadores con el apoyo institucional del Tribunal Supremo de Justicia y el Consejo Nacional Electoral que aún no publica resultados, pero hasta ahí llega su estabilidad en el poder. Internacionalmente parecen estar más solos que nunca con gobiernos regionales de izquierda que les han retirado el apoyo y con un programa que poco promete, todavía no queda claro cuál sería la novedad o reimpulso de un nuevo período de gobierno revolucionario.
En esta especie de inercia se ha mantenido el país en los últimos meses, con un chavismo que no avanza en su consolidación ni en disuadir a la opinión pública de aceptar un triunfo decretado por el CNE, y con una oposición que parece no tener una ruta clara para lograr el cambio político. Ahora bien, el 10 de enero podría ser una nueva “línea roja” que reavive el conflicto político en la nación.
Así lo señala el politólogo Fernando Spiritto, quien considera como “probable” que desde esa fecha, en la que se pone fin a la legitimidad que Nicolás Maduro obtuvo en la elección presidencial del 2018, la conflictividad reaparezca y los bandos vuelvan a mover sus fichas en el tablero. “Un escenario probable es que inicien nuevas movilizaciones, hay un rechazo popular contra el Gobierno que se puede reactivar. La protesta es una cosa que se da por etapas y no puede ser permanente. El 10 de enero podría ser un punto de partida. El año que viene apunta a ser muy duro en lo económico, el Gobierno parece no tener dinero, podría crecer la brecha cambiaria y aumentar la inflación. Todo esto podría sumar para un año conflictivo”, explicó. Un 2025 encapotado
Spiritto fue tajante al afirmar que “la situación no se ha normalizado”, y con un país que parece estar en contra de un gobierno cada vez más impopular, el próximo año podría traer consigo nuevas presiones contra Miraflores.
“Un punto importante es que inicia la administración de Donald Trump en Estados Unidos, no se sabe qué posición traerá con respecto a Maduro, pero podría ser un gran factor de debilitamiento para el Gobierno”, dijo.
Para tratar de resistir, el gobierno cuenta con una serie de aliados que el académico calificó como “circunstanciales”, como un sector del empresariado del grupo de poder económico, y un grupo que denominó como “oposición a la medida”. Si bien estos grupos ayudan en la narrativa de tratar de normalizar la situación política en Venezuela, en realidad “estos aliados no son muy leales y son los primeros que podrían abandonar el barco”.
“Para que esto ocurra es que se deben activar los frentes de lucha democrática. El tema internacional tendrá importancia en el largo plazo. La oposición tiene un activo importante que es que la situación no se ha normalizado. Lo que se observa es que la mayoría del país está contraria al Gobierno. Lo que pasó el 28 de julio es de esas cosas que no se perdonan fácilmente, quedará para la historia y por supuesto es un factor fundamental en la coyuntura política”, explicó Spiritto.
Desde su punto de vista, “el Gobierno puede parecer fuerte pero está débil”, y comentó que esto se debe a que, de momento, este no se mantiene por apoyo popular o por una gestión exitosa, sino por el uso de la fuerza”, un recurso que “tiene sus límites” y que “a medida que se use restará apoyos”.
“La situación parece ser insostenible o inviable al mediano plazo, la única opción que tiene el Gobierno es incrementar el uso de la fuerza. En este momento no tiene estrategia ni programa. No tiene dinero, usa las mismas excusas de siempre para justificar su ineficiencia (…) El del 2025 es un panorama que parece ser de crisis económica y el Gobierno tiene las de perder porque mientras más violencia use más apoyo pierde”.
Dos rutas: presión opositora y resistencia chavista
Al preguntársele al politólogo Enderson Sequera por la situación del país tras el 28 de julio, la define de la siguiente forma: “La oposición derrotó al gobierno en el ámbito electoral. El Gobierno derrotó a la oposición en el ámbito de la represión”. Surge entonces la duda de cómo se podría lograr el cambio político que buena parte del país quiere.
A juicio de Sequera se lograría con una agenda de presión por parte de la oposición, una que tiene que asumir que “los últimos 25 años de oposición contra el chavismo han demostrado que ninguna ruta, por sí sola, traerá el cambio político”.
Explicó que tras el 28 de julio se acabó la idea de que un sector opositor vendía que “todo se reducía a votar organizadamente y defender los votos”, y agregó que esa noción “si no fue equivocada, al menos fue insuficiente para lograr el cambio”.
Entonces la oposición, según él, debe apostar por la máxima presión posible, una que debe alinear el liderazgo venezolano con la nueva administración de Donald Trump, de la cual dijo: “es especialmente importante convencerla de que la única manera de frenar la migración de venezolanos a EE. UU. es con la vuelta de la democracia a Venezuela”.
“La administración de Trump tiene las herramientas para volver a presionar al chavismo”, pero alertó: “esto nos tiene que llevar a las lecciones aprendidas del 2019 con Guaidó: la presión internacional sin movilización interna es insuficiente”.
Si el plano de la oposición describe la presión, el del chavismo describe la necesidad de resistir haciendo uso de las herramientas que tiene en su poder, en particular las instituciones del Estado.
“El chavismo sí tiene una ruta clara: resistir institucionalmente. Controla todas las instituciones. Lo único que necesita es mantener cohesionada la élite en el poder, resistir las amenazas y fomentar una especie de inercia institucional que le garantice a Maduro 6 años más en el poder”, sostuvo.
Sequera comentó que uno de los elementos menos ponderados al momento de analizar al chavismo, que siempre juega al desgaste opositor, es su resiliencia.
“Cualquier Gobierno autoritario del continente no habría resistido la mitad de presión nacional e internacional que se ha ejercido sobre el chavismo. Ellos siempre la han resistido: ahí su gran mérito”.
Irónicamente si una elección parece haber amenazado al gobierno de Maduro, otras podrían terminar de estabilizarlo. La teoría de “pasar la página” existe y esto se podría lograr si la oposición lejos de mantenerse enfocada en el reclamo post 28 de julio, se enfoca en buscar nuevos cargos políticos.
“Especialmente considerando la naturaleza de esa nueva convocatoria electoral, se podría ayudar al chavismo. No hablamos de una elección presidencial donde la oposición se podría unir en torno a un solo candidato; se trata de elecciones regionales y parlamentarias que terminarían atomizando el voto opositor y generando divisiones dentro de la coalición opositora”, alertó Sequera.
Sequera avisó que “más allá de la propia naturaleza de la elección, la simple convocatoria al evento electoral generará divisiones dentro de la oposición, entre quienes van a asistir a la elección y quienes percibirán la nueva elección como una maniobra para olvidar el 28J”.
Sea cual sea el panorama, el 10 de enero marcará el inicio de un nuevo round entre el Gobierno y la oposición, uno que estará enmarcado por dos interpretaciones distintas de esa fecha. Para algunos será el inicio de un nuevo período presidencial de Nicolás Maduro, para otros el inicio de la presidencia de Edmundo González Urrutia. Lo único seguro en torno a qué pasará llegado ese día, es que será un escenario marcado por la incertidumbre.
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